domingo, diciembre 10, 2006

Día Internacional de los DDHH

Personalmente, no soy de la opinión de que exista alguna muerte digna de ser celebrada. Como yo lo veo,
"la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad"
(John Donne). Viendo hace un rato las noticias, el contraste entre los llantos frente al Hospital Militar por un lado, y las botellas de champaña corriendo en Plaza Italia por el otro, me pregunté hasta qué punto la muerte del Tatita es motivo de celebración. Mi postura es clara frente a su gobierno, aborrezco lo que hizo, aborrezco sus medidas, aborrezco los asesinatos, aborrezco a los partidarios que siguen siendo acérrimos, aún después de todo lo que ha salido a la luz en los últimos años. Pinochet fue, además de un asesino, un ladrón, un estafador, se rió de nosotros desde lo más alto de nuestro país, y no solo del pueblo, sino que incluso de las personas que estaban bajo su cargo (porque no recibieron ni un peso de su sucia, sucia fortuna). Es infinita la lista de cosas de la cual se le puede acusar, y por las cuales se le puede detestar. Pero aún así, a pesar de todo lo que pude haber llegado a despreciarlo, me surge cierto resentimiento al celebrar su muerte. Y al sentirme así también se me produce un dilema, porque, ¿él sintió algún tipo de resentimiento, o aunque sea se le movió un pelo, al llevar a cabo todas esas atrocidades e injusticias, contra todos esos cientos, miles de personas torturadas y asesinadas? Lo dudo. Es ahí donde surge la ambigüedad de mi pensamiento. ¿Sentir la muerte de un ser humano, o celebrar la muerte de un asesino?

Yo no sé si creo en el cielo y en el infierno. No sé si creo en el juicio final, o en la justicia divina. Tal vez hubiese preferido que los crímenes hubiesen sido pagados en vida, como una manera de asegurarnos, por decirlo de cierta forma. No sé si el hombre vaya a descansar en paz; no sé si vaya a pagar por todas las cosas que lleva a cuestas. Pero, sea cual sea la creencia, o la posición frente a los hechos acontecidos hoy, en mi país Chile, en el Día Internacional de los Derechos Humanos, hoy se cierra un capítulo de la historia. ¿Cuánta gente ha pasado años, décadas esperando este momento? ¿Cuánta gente guardaba en su corazón las ansias de salir a la calle con sus banderas a celebrar este día?

No me lamento de que Pinochet haya muerto, porque para mí no fue ningún salvador, ni libertador de la patria, ni nada por el estilo. Y no puedo negar que me alegra que haya muerto el asesino de tantos. De hecho, tengo que admitirlo, uno queda con una especie de gusto a poco. El viejo debería morir una vez y otra y otra y otra. Por todos los que mató. Pero tampoco salto, ni reparto abrazos, ni toco bocinazos en señal de celebración. Porque es un ser humano. ¿Y qué pasó con la condición igualadora de la muerte?

Sea donde sea que esté el viejo ahora, las cosas se pagan, en esta vida o en la otra. No quedará impune ni libre de castigo. Por un momento me gustaría creer que todos los que él mató lo estarán esperando, con los brazos abiertos, pero no precisamente para saludarlo. Si es que es así en el patio de los callados, ojalá que todos tengan la oportunidad de hacerlo pagar.

[ Kevin Johansen Me fui pa'l monte ]

1 comentario:

keithmoon dijo...

no celebro la muerte, pero este cáncer de la humanidad no podrá matar mas a nadie....ya se reunió con hitler, galtieri y tantos otros a contemplar los campos de concentración donde mutilaron las flores ciegas y donde se emocionaban con los desiertos