Abrazos gratis.

Vas caminando por Providencia, y en la esquina frente al Portal Lyon, te encuentras con un tipo. Uno medio gordito, de lentes. Común y corriente. Solo que él está levantando un cartel. Uno que dice "Abrazos gratis". Por unos segundos dudas, pero sucumbes ante la sensación, y caminas hacia el gordito, que abre los brazos y te da un abrazo, de esos como si te hubiesen estado esperando. Después, te despide con una sonrisa, y tu sigues haciendo tu recorrido por la ciudad, pero ahora también con una sonrisa. Es tan simple como un abrazo.

En distintas esquinas de Santiago (y tengo entendido que también de otras ciudades del país), están apareciendo chicos y chicas con sus carteles de Abrazos Gratis. Y tu vas, los abrazas, y es increíble, pero te sube el ánimo. No puedes evitar irte sonriendo. Tal vez nunca los vuelvas a ver, pero te alegró, aunque sea, unos minutos de tu ocupada vida citadina.

Yo hoy abracé al gordito, a dos niños más, y a una niña. Y no andaba ni aproblemada, ni extremadamente necesitada de un abrazo (suele pasar), pero no me pude sacar la sonrisa cuando seguí caminando. Y es que es increíble lo que te sube el ánimo un abrazo. Más encima, uno de los niños cuando te abrazaba te decía "pásalo muy bien, que te vaya muy bien". Increíble.

Y todo partió con un tipo australiano. Uno que, lleno de problemas y sin más que sus cosas personales, tuvo que dejar su vivienda en Londres y volver a su Sydney natal. Y le conmovió tanto ver a la gente en el aeropuerto, ansiosa por abrazar a sus seres queridos, que decidió pararse en la calle con su cartel, y empezar a reconfortar a la gente que lo necesitaba. Hoy, el movimiento es mundial. Y yo misma comprobé hoy lo bien que se siente.

¿Más?

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