martes, enero 27, 2009

Pezadilla

O: un cuento que es nada / con esto me doy cuenta que me gusta más escribir sobre pájaros que sobre peces.

Viendo los colores del camino, me pregunto si serán igual de puros los otros mundos, si serán tan grandes, amplios e infinitos como el que yo he creado para mí, paraíso fractálico en que hasta la noche más nublada se ve como tripartita, por los cientos de estrellas fugaces que recorren su infinito cielo. Paraíso submarino en donde los pulmones han sido reemplazados por hermosas branquias, gelatinosas, cristalinas, insípidas, gracias a las cuales puedo sumergirme y ver el pez dorado, el pez globo y el pez pez, ese pez que no es más que su cuerpo aleteando entremedio de plantas subacuáticas gigantescas y maquiavélicas, hay que tener cuidado porque si pasas demasiado cerca te pueden atrapar un pie y ¡desgracia! me han atrapado, siento esa rama de textura indscriptiblemente pegajosa que me jala más y más hacia el fondo, en un arranque de desesperación abro los ojos y me doy cuenta de la verdad, no estoy bajo el agua ni menos tengo branquias, no soy criatura marina, sino humana, tendida, despreocupada, bajo, un cielo, tripartito, cruzado, por cientos, y miles, de estrellas, que me, observan, sonrientes, de, verme, despertar.

sábado, enero 24, 2009

La espera

La espera debería definirse como un estado, una calidad o cualidad, un estado de ánimo. La espera no es más que un limbo, como si el espacio-tiempo se estirara, sólo en nuestros alrededores más inmediatos, y se quedara así, quieto, persistente. Y es un estado de ánimo ya que sólo atañe, sólo afecta a quien es espera; quien es esperado, claramente, no se espera a sí mismo (¿O tal vez sí?). Algunas esperas son ansiosas, tensas, otras esperanzadas, otras no tanto. Extraño fenómeno, la espera. Nada se hace mientras esperamos. Sólo, se espera. Y la espera es espera de nada.

viernes, enero 23, 2009

¡Poliedros!

Hace tiempo que tenía ganas de hacer ésto, después se me olvidó y hace un par de noches me acordé: por fin, fotos de los poliedros sobre los que tantas veces he descargado aquí mi frustración por no poder armar. He armado varios más, pero han terminado en manos de otras personas.



Pequeño dodecaedro estrellado: fue el primero que armé. Se llama pequeño no porque sea pequeño sino porque hay más estelaciones del dodecaedro. Está aplastado y chueco, ahí todavía no se me ocurría pegarlos en una hoja de bloc antes de armarlos.






Este es un gran dodecaedro estrellado. ¿Ven que la estelación es diferente? Aquí ya empecé a decorarlos. El molde de éste es más chico.









Este ha sido uno de mis favoritos de armar. Es un dodecadodecaedro (los nombres no me los sé de memoria por si acaso, tengo que verlos en una página de poliedros). También es uno de los que han quedado más firmes.
Detalle:




















Este... no he podido encontrar su nombre. Pero es de mis favoritos.









¡Este también es de mis favoritos! Por una razón especial. Este cubo es la demostración de que el área de una pirámide es
(base*altura)/3

¡Mi felicidad ñoña en su máxima expresión!




Este es el último y casi lo dejo de lado porque por algunas noches realmente me superó, más encima se me ocurrió pegarle pedazos de foto, que eran duros y se salían porque mi stic-fix ultra fuerte desapareció y tuve que hacerlo con stic-fix normal. ¡Pero resultó! Chueco y destartalado, pero lo logré. Ah, y es un gran icosaedro.




La familia completa:



Y una nueva adición que hizo su aparición anoche:
¡Un cubo compuesto con un octaedro!









Eso, un homenaje a mi hobby ñoño. Tengo varios pendientes para armar, asi que seguiré actualizando la lista.

martes, enero 13, 2009

Gorriones 1

Iba yo caminando en una lloviznosa mañana de invierno, por cierta calle de adoquines resbaladizos y ya algo desgastados, dirigiéndome hacia quién sabe dónde y pensando en quién sabe qué. Las hojas, doradas y ahora húmedas que el otoño atrae sin clemencia hacia el suelo formaban simpáticas formas en el asfalto y yo, apelando a ese espíritu pueril presente en todos y cada uno de nosotros mortales (o casi todos), me dispuse a llevar a cabo esa ruidosa actividad de pisar, sin salirme -eso sí- de mi camino, dichas hojas, en busca de ese pérfido crujido que nos provoca ese pequeño cosquilleo de misteriosa alegría cada vez que lo oímos y lo sentimos bajo la suela de nuestros zapatos --si no hay zapatos, cuánto mejor. Pero al darme cuenta de que las hojas, probablemente afectadas por los 2 milímetros de agua caída durante la noche decidieron no desenvolverse en su placentera labor, desistí y seguí mi camino, cuál seria persona adulta.

Mientras pasaba por un trecho especialmente boscoso, noté que de abajo de un cerro de hojas aparecía un pequeño gorrión. Sonreí ante su simpática presencia y, sobretodo, me impresioné al verlo cantar: infinitas veces los había oído, pero nunca había observado ese momento en que el gorrión abre su pequeño pico y emite ese sonido, impertérrito, todo un misterio para mis cuerdas vocales. Proseguí mi camino y el pajarillo me acompañó con sus cortos pasos por un par de centímetros. Un poco más adelante, en otro trecho con muchas hojas ví nuevamente aparecer, desde abajo de una vívidamente verde enredadera, un par de los simpáticos pájaros con sus plumas color cobrizo. Esta aparición me llamó más la atención, pues recordé que el día anterior también había visto más gorriones de lo normal; además, éstos últimos habían aparecido misteriosamente, casi de la nada. Probablemente tenían un nido en la enredadera, o se protegían de la lluvia debajo de ésta... nuevamente, proseguí. Pero no pude dejar de notar que los gorriones seguían apareciendo, lo que más me impresionaba era que no llegaban desde el cielo, sino del suelo. ¿No debían estos pájaros aterrizar desde el aire, o de alguna rama más alta? Estos parecían sólo surgir de entre las hojas.

En un capricho detectivesco, comencé a caminar lo más lento y ligero que mis botas me permitían, sin levantar la visra de las raíces de plantas y árboles, lugar de donde parecían provenir mis pequeños compañeros de viaje. En un instante pestañé y, al abrir los ojos tras ese microscópico segundo, donde antes juraría haber visto una hoja aplastada por el agua, ahora caminaba un pequeño pero gallardo gorrión. Entonces, un segundo le tomó a mi mente descubrir la verdad del misterioso hecho.

Maravillada ante tal proeza de la ciencia, tal consecuencia de una otoñal hidratación, seguí caminando con extrema cautela, cuidando de no pisar hoja alguna.


5 de septiembre de 2008
Ideado caminando por Pdo. de Valdivia,
redactado en una aburrida clase de cálculo.

domingo, enero 11, 2009

Una moneda con miles de millones de lados

En mi último día de trabajo, a la hora de colación, me senté a la sombra de un árbol y me puse a escuchar música, a tratar de poner por un rato la mente en otro lado. Al lado mío estaban sentadas dos promotoras/vendedoras/qué-se-yo, y una le contaba a la otra algo que al parecer era un programa tipo Mea culpa que había visto la noche anterior, donde un tipo mataba a una abuelita o algo por el estilo.

Y mientras yo buscaba revelaciones cuánticas ellas hablaban de eso, y yo n
o podía evitar distraerme pensando cuán diferentes eran los estados en que cada una de nosotras nos encontrábamos. Por un segundo me sentí única, pero no me gustó esa sensación. Porque no sabía qué era mejor. Hay una canción muy vieja que dice "es mi vida, qué voy a hacer, si ella me eligió". Y a mí me eligió una que de tanto cuestionar y repensar, a veces piensa demasiado. Me tocó ser conciente de ciertas cosas que pasan inadvertidas para muchos, por ejemplo, para ellas dos pero ¿qué es mejor? A mí me encanta como funciona mi cabeza, pero también me satura a ratos. Me encanta ser conciente de que hay cosas infinitamente más grandes e importantes en la vida, y ser conciente a la vez de que son cosas que quiero y (siento que) debo comprender. Quiero que mi conciencia ascienda, de eso no hay duda. Pero es esa misma capacidad de comprender la que hace que mi mente colapse, que piense más de lo que debe y de la forma incorrecta, que me cause ansiedades sin explicación. Y además para qué estamos con cosas, si no hay nada más cierto que lo que dicen de mientras uno más aprende, más cae en la cuenta que menos sabe. Y eso frustra; apasiona, pero frustra.

¿Y qué sería si yo no fuese conciente de todo ésto? Tal vez sería mucho más feliz, viviría mucho más relajada, mi mente se atenería a reflexionar solamente sobre los programas de televisión que vería antes de dormir, y mi curiosidad quedaría calmada con ir a misa todos los domingos. Y admito, por muy extraño que suene, que n
o se qué es mejor.

Y, por otra parte, ¿qué sería del mundo si todos tuviésemos los ojos abiertos? Probablemente nos vestiríamos todos de blanco y estaríamos rodeados de arcoiris, pura paz y amor. Pero, ¿sería eso mejor? Tal vez de primera todos creemos que sería óptimo, pero no estoy tan segura. A pesar de estar todos más alto, ¿no alcanzaríamos de todos modos una monotonía? ¿No sería también frustrante? ¿O seríamos tan absolutamente seres de luz que no nos importaría, ni nos daríamos cuenta?

Pero la vida no puede ser así, porque la vida se construye en diferencias y contrastes... porque en el contraste está la clave de todo, en la diferencia del nivel, como un desnivel de agua, pero en todos los aspectos: sin un desnivel el agua no fluye, sin un desnivel no echaríamos de menos, no amaríamos, no seríamos felices, no aprenderíamos...

A mi me apasiona aprender, me apasiona descubrir cosas nuevas e ir subiendo de a poco por el conocimiento. ¿Es lo mejor que me podría haber tocado? Sinceramente, yo creo que sí. O bueno, quién sabe, tal vez los que tenemos los ojos abiertos no sabemos lo que nos perdemos al no haberlos mantenido cerrados...

martes, enero 06, 2009

Para el dosmilnueve quiero:

dejar de obsesionarme con la finitud de todo, tema que puede ser interesante, pero no cuando se te va la vida en ello. Empezar a vivir más cuánticamente, dándome cuenta que yo hago mi vida y mi destino. Hace unas noches entre cervezas, ron y calugas estábamos de acuerdo en que uno conoce todo, tanto su pasado como también su futuro, yo plantié de hecho la idea, pero ahora digo que si uno conoce su futuro es porque uno se lo hace, y uno siempre cacha para dónde va la micro. Lo bueno es que, también, siempre se está tiempo de bajarse de la micro equivocada y tomar una diferente, que es lo que quiero hacer yo ahora, desde ahora y para siempre, y no bajarme más de la micro correcta.


Cuánticamente hablando, quiero amar a todos los seres del Universo por igual, y lograr obtener la comprensión de que todos somos uno, algo difícil de asimilar y que probablemente me tome bastante más de un año comprender e integrar completamente en mi sistema, pero hey, a la micro hay que subirse en algúnlado-algúnmomento, y creo que querer y darse cuenta de lo que hay que querer ya es un gran paso, tal vezno para la humanidad pero sí para cadaunodenosotrosindividualmente.

jueves, enero 01, 2009

Qué mejor forma de terminar un año como la mierda, que con una noche por lo consiguiente.