domingo, octubre 05, 2008

La vida (pretencioso título)

Hace algunas semanas he empezado a tener una sensación extraña. La sensación de estar viviendo. Me explico: uno llega al mundo encontrándose con todo el mundo que tienen sus viejos, dígase amigos, amigos que viven en otras partes, amigos con hijos mayores que uno, etc. Y uno nunca sabe cómo se llegó a eso, la cosa es que se llegó, y ahí están. Y vienen los amigos a la casa, y el típico "sí, nosotros éramos amigos de antes que tú nacieras...". La cosa es que, un poco de golpe, me he dado cuenta de que ya 2 amigos se han ido a vivir fuera de Chile, una amiga/ex-compañera de curso ya tiene una hija preciosa, hace un par de días me enteré de otra conocida que está embarazada, y que un matrimonio de años al que le tengo mucho cariño, se separó. Ese miércoles en la noche, mientras esperábamos la micro en Bilbao pasadas las 3 de la mañana, me pegó la sensación: esa sensación de que estoy viviendo. ¿Ese punto al que uno no sabe cómo se llega? Ya voy en camino. Ya entré a esta carretera de la cual no podré (ni quiero) salir.

Y espero, en unos años más, cuando el Nicho venga a Chile, decirle a mis hijos (si es que los tengo): "Sí, él era mi mejor amigo en el colegio, hacíamos leseras y nos reíamos todo el día, después se fue a estudiar a Australia...". O, cuando venga Eric: "Sí, el era el mejor amigo de su papá (espero), se llevó sus cartas, las del tarot y las Magic, a Canadá...". Han sido partidas que me han afectado bastante. Creo que a la partida del Nicho no le tomé el peso en el momento, después que salimos del colegio nos veíamos relativamente poco; me di cuenta de que me hacía falta cuando noté que hacía meses que no iba a su casa, que hacía meses que no nos tirábamos en el piso de su pieza color azul cielo a tomar jugo, escuchar sus cd's raros y pelar a medio mundo, entre cigarros y flyers de la Blondie. La partida de Eric, admito que no pensé que me afectaría tanto. Le tenía mucho cariño, sí, pero no partió siendo mi amigo, partió siendo amigo de mi pololo y por eso llegué a conocerlo. Supongo que tampoco le había tomado el peso al cariño que le tenía, o lo importante que se hace una persona cuando la ves casi todas las semanas, cuando está en tus vacaciones y prácticamente en todos tus carretes, en gran parte de tus buenos momentos.

Es cuática, esta carretera de la vida. Y es cuático darse cuenta que uno ya la está viviendo. Pero me encanta.