A pesar de que no es la primera vez que trabajo en una multitienda para juntar plata para el verano, este año me ha tocado ver muchas cosas que me han impresionado. Para empezar, yo no soy de grandes tiendas en lo absoluto e intento evitarlas a toda costa, así que el solo hecho de tener que pasar 10 horas todos los días encerrada en una ya me tiene per sé la cabeza colapsada.
Mas allá del consumismo que se desata en estas fechas, me tiene impresionada la falta de respeto por parte de la gente hacia las personas que trabajan en la tienda. Porque me ha tocado estar de rodillas doblando poleras, para que venga una vieja, tome una, la mire apenas y después la vuelva a tirar al montón, sin siquiera darse el trabajo de intentar dejarla doblada como estaba. Más allá de las personas que no te dan las gracias por buscarles la puta polera de la talla y el color que quieren por toda la sección, más allá de las viejas a las que les gusta absolutamente nada, más allá de la gente que no parece tener los engranajes cerebrales lo suficientemente aceitados como para darse cuenta que lo que va colgado se vuelve a dejar colgado y no encima de lo que va doblado, lo que más me impresiona es el hecho de que la gran parte de los clientes parecen olvidar por completo -o pasarse por donde quieren- el hecho de que en ese lugar hay gente trabajando para ellos, que va a tener que ordenar todo el desastre que ellos dejan. Ahí eres invisible, a no ser que te necesiten. Y es esa capacidad de la gente de olvidarse tan fácilmente que hay otras personas alrededor lo que más me ha impactado.
Pido disculpas por el texto tan poco elaborado, entre las 10 horas diarias de villancicos y el reggetón de la sección de electrónica, mis neuronas no están totalmente funcionales. Feliz vanidad.
Mas allá del consumismo que se desata en estas fechas, me tiene impresionada la falta de respeto por parte de la gente hacia las personas que trabajan en la tienda. Porque me ha tocado estar de rodillas doblando poleras, para que venga una vieja, tome una, la mire apenas y después la vuelva a tirar al montón, sin siquiera darse el trabajo de intentar dejarla doblada como estaba. Más allá de las personas que no te dan las gracias por buscarles la puta polera de la talla y el color que quieren por toda la sección, más allá de las viejas a las que les gusta absolutamente nada, más allá de la gente que no parece tener los engranajes cerebrales lo suficientemente aceitados como para darse cuenta que lo que va colgado se vuelve a dejar colgado y no encima de lo que va doblado, lo que más me impresiona es el hecho de que la gran parte de los clientes parecen olvidar por completo -o pasarse por donde quieren- el hecho de que en ese lugar hay gente trabajando para ellos, que va a tener que ordenar todo el desastre que ellos dejan. Ahí eres invisible, a no ser que te necesiten. Y es esa capacidad de la gente de olvidarse tan fácilmente que hay otras personas alrededor lo que más me ha impactado.
Pido disculpas por el texto tan poco elaborado, entre las 10 horas diarias de villancicos y el reggetón de la sección de electrónica, mis neuronas no están totalmente funcionales. Feliz vanidad.
De hecho, el desarrollo de la idea de feliz vanidad debiese ser bastante más elaborado y no tan relacionado con ésto. Tal vez algún día lo concrete.